lunes, 1 de febrero de 2010

ISLA PACHECA

ISLA PACHECA. (29 Y 30-01)
Antes de salir hacia las islas de Las Perlas vino a recogernos nuestro taxista amigo Ifraín, que nos llevó a una magnífica tienda de artículos de pesca donde compramos unos impermeables, pues parece que la zona donde vamos es muy propensa a los chubascos.



Luego fuimos al mercado del pescado donde compramos langostas, langostinos y una especie de cóctel de mariscos que aquí llaman ceviche. Con todo esto llegamos al barco allá a las once y zarpamos casi de inmediato ya que Emilio lo tenía todo preparado.



La navegación hasta llegar a la primera isla donde fondeamos ha sido inmejorable, con viento de unos 20 nudos que entraba por la amura de babor y mar sin olas. Este Océano Pacífico hace honor a su nombre.

Al llegar a la isla, que para satisfacción de paco se llama Pacheca al igual que su grupo del Rocío, tuvimos además la suerte de encontrarnos con una boya de fondeo, que no sabemos de quién es pero que nos ha hecho un avío estupendo.



Una vez nuestro Kalliope bien amarrado, nos hemos dado un baño y después hemos cogido nuestro dinghy para hacer una primera incursión en esta enigmática isla llena de pájaros.



Al atardecer, mientras esperamos para la cena observamos con asombro las miles de aves (Pelícano, fragatas, grullas y otras aves acuáticas), que regresan a la isla donde tienen su guarida. Todos los árboles del borde del acantilado están llenos de estos ruidosos vecinos.



Llega la hora de la cena y ahí nos volcamos. Emilio saca la barbacoa, y después de varios intentos para conseguir encenderla, preparamos una primera tanda de langostinos. Después la segunda. Hasta un total de un kilo que precedieron a las seis langostas que abiertas por la mitad, también cayeron regadas con un fresquito Casal García. Esta vez la intendencia ha funcionado.

¡Ah! Se me olvidaba decir que por el camino hemos pescado un estupendo Wahoo (Riquísimo pez de carne prieta y muy blanca), que tenemos limpio y troceado en el congelador y que hoy hemos saboreado la mitad a la plancha. Estaba exquisito.



Esta noche nos comeremos el resto al horno al estilo Emilio. Para esta afortunada pesca, hemos requerido una de la muestras empatilladas en acero que Emilio compró en Panamá, ya que al observar los afilados dientes de nuestra presa se comprende inmediatamente cómo anteriormente pudimos perder hasta siete señuelos sin conseguir subir ningún pez a bordo.
Esta mañana Emilio y yo hemos hecho un poco de snorkel cerca del acantilado y hemos visto dos langostas, que desgraciadamente, y a pesar de estar a poca profundidad, no hemos conseguido capturar.



Por la tarde, intrigados por esto árboles repletos de pájaros, hemos hecho una excursión dentro de la isla. En la playa que hay al pie de la escalera que sube hasta la parte de arriba del acantilado, hemos encontrado a unos hombres que estaban limpiando la arena. Les hemos preguntado y resulta que son empleados de mantenimiento de un señor que es el propietario de esta isla a la que viene solo los fines de semana.



Hemos recorrido un buen trecho por un camino abierto a través de la maleza por un tractor que ha dejado la huella de las ruedas tipo oruga hasta llegar a la que debe ser la casa del propietario. Sin acercarnos demasiado hemos podido ver un helipuerto y una cuidadísima cancha de tenis.



Allí hemos dado la vuelta y regresado por el mismo camino bordeado por árboles tan cargados de aves, que el suelo está todo blanco debido a los excrementos y el aire está impregnado de su característico olor. Todo esto lleno de graznidos, silbidos, ronquidos etc. que forman un bullicio increíble. Para los amantes de los animales como yo, ha sido una pasada de excursión.

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