miércoles, 9 de diciembre de 2009

´DÍA SEGUNDO















































































DÍA SEGUNDO (23-11)

Son las nueve y me despierto encima del banco de cubierta, enroscado a la toalla que hace las veces de manta, debido al aire fresco de la mañana. A modo de despertador, han actuado los fuertes bandazos (sacudidas de lado a lado antes de aprenderlo en marinería), pues el viento sube hasta alcanzar lo 27 nudos, y las olas se engrandecen hasta alcanzar mas de 4 metros.
Esto me hace temer la travesía ya vivida en mis pesadillas. En estos momentos en los que voy moviéndome por el buque con movimientos torpes y desacompasados, dándome porrazos contra todo lo que pueda lastimarme, es cuando descubro por que me gustan tanto los puertos. Es sencillamente porque son los que me rescatan de las garras de esta horrible bestia que me zarandea continuamente sin piedad. Que se empeña en moverse justamente cuando tengo un plato de sopa en la mano, provocando que el liquido caliente caiga encima de mi pantalón recién cambiado. Que me empotra contra el espejo del lavabo si pretendo mirarme para afeitarme. En fin este ser agresivo que está diseñado `para hacerme la vida imposible y que si fuera humano, seguro, ya le habría dado un puñetazo en las narices.
Bueno, eso es así de momento ; porque al este irritante elemento le gano yo. ¡Al tiempo!
Como si me estuvieran escuchando, en el transcurso del día el viento fue bajando, las olas menguando, y al fin lo que empezaba a ser una pesadilla, se convierte en un plácido crucero a bordo de un elegante velero. En este momento se te olvida todo, disfrutas con el suave vaivén de las olas e incluso sueñas en que un día, tu también pudieras tener un barco.
Salgo de mis sueños con la llamada de Emilio al aperitivo. (Martíni, cerveza con aceitunas rellenas y berberechos). ¡Esto es vida!
La comida en cubierta, con ensalada de atún de primero y solomillo en salsa de mojo picón. de segundo Postre ; queso con vino Gomero.
Imagen comida en bañera
La tarde pasa tranquila echado en cubierta mientras Emilio no para de hacer cosas. Tomo precauciones para no marearme, tal como bajar poco a la cabina, y tomarme unas pastillas que Víctor me ha recomendado. “por ahora bien”
No me atrevo a sacar los avios de pesca, ya que todavía no me encuentro en plenas facultades. Mañana intentaremos pescar.
Cenamos el resto del solomillo en salsa con crema de espárragos de primero. Postre ; queso y salchichón. (algunos también fruta).
Por la noche hago la guardia de 12 a 3 con Emilio. Bueno, para ser sinceros, la guardia la hace Emilio y yo dormito, recostado en el banco del bordo (lado del barco en marinería) de sotavento (ya he dicho antes lo que es). Durante esta guardia, se escapa una escota del génova (cuerda que sujeta la vela por la esquina de abajo. “Dicen los que saben”). Esto hace que me despabile para ayudar a Emilio a recuperarla y volver a afirmarla en el Wincher (Amarrarla bien alrededor del molinete que sirve para tirar de ella). El recate de la escota, gracias a la pericia de Emilio, se completa con éxito en pocos minutos, y yo vuelvo a mi banco a seguir dormitando. Digo mi banco, pues nadie osa arrebatármelo. Terminará teniendo la forma de mi cuerpo.

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